Uno se convence a sí mismo en muchas ocasiones de que ha de hacer algo en su vida que le ayude a apaciguar el sentimiento de responsabilidad frustrado que lleva dentro.
Y aparece un motivo y cree que es el momento, pero se muestra receloso y al final se lo quita de la cabeza porque cree que no funcionará y sigue acomodado en la resignación. Otro día ocurre algo indignante y se vuelve a despertar el gusanillo responsable, pero le echa para atrás el cómo transcurren las cosas y deja de tener ganas de implicarse (vuelvo a mi apatía de asimilación).
Y así va transcurriendo nuestra vida, con conatos de fuego revolucionario aplacados por la realidad. Y al cabo de unos años tenemos una solera de vino añejo y afirmamos condescendientes. "Mi experiencia me dice..."
La vida se vuelve más fácil cuanto más difícil es porque aprendemos a desarrollar una coraza de paja que nos protege contra los lobos. Y somos personas "fuertes" que "no se implican porque no quieren".
Pero de repente un señor de noventa años francés nos dice: "yo también tengo experiencia, me dejas que te la cuente..." y uno se mira al espejo y ve que su coraza de paja está ardiendo, y ve a los lobos detrás de él riendo a carcajadas, quizá hubiera sido mejor ser "débil" y "acompañar al miedo" para aprender de él...
Y así, el sentimiento apaciguado de la asimilación y la resignación empieza a sentirse molesto, porque le empuja otro que le insulta gravemente con un: ¡Dormido!, y sabe que ese nuevo sentimiento tiene fuerza, pero le surgen las mismas sensaciones de siempre: que si esto está condenado al fracaso, que si ya lo has intentado antes, que si el esfuerzo no va a merecer la pena y todas las energías y el tiempo se irán para siempre dejando un sabor agridulce. Que si habrá acusaciones de si tal o cual cosa...
Pero el otro sentimiento, el de rabia, se muestra irracional (que frescura de palabra), y escupe fuego, y se posiciona iracundo con los oídos cerrados a la mansedumbre. Y ante toda la argumentación de su contrincante, apostilla: "Me tendrás que acusar de haberlo intentado, desde la barrera de lo conocido, porque yo me lanzo al vacío de la esperanza..."
El sentimiento de responsabilidad grita entonces de euforia, aun viendo el vasto paisaje que ante él se aparece, y con miedo, decide andar a pies descalzos y sumarse a la locura cuerda...
Y aparece un motivo y cree que es el momento, pero se muestra receloso y al final se lo quita de la cabeza porque cree que no funcionará y sigue acomodado en la resignación. Otro día ocurre algo indignante y se vuelve a despertar el gusanillo responsable, pero le echa para atrás el cómo transcurren las cosas y deja de tener ganas de implicarse (vuelvo a mi apatía de asimilación).
Y así va transcurriendo nuestra vida, con conatos de fuego revolucionario aplacados por la realidad. Y al cabo de unos años tenemos una solera de vino añejo y afirmamos condescendientes. "Mi experiencia me dice..."
La vida se vuelve más fácil cuanto más difícil es porque aprendemos a desarrollar una coraza de paja que nos protege contra los lobos. Y somos personas "fuertes" que "no se implican porque no quieren".
Pero de repente un señor de noventa años francés nos dice: "yo también tengo experiencia, me dejas que te la cuente..." y uno se mira al espejo y ve que su coraza de paja está ardiendo, y ve a los lobos detrás de él riendo a carcajadas, quizá hubiera sido mejor ser "débil" y "acompañar al miedo" para aprender de él...
Y así, el sentimiento apaciguado de la asimilación y la resignación empieza a sentirse molesto, porque le empuja otro que le insulta gravemente con un: ¡Dormido!, y sabe que ese nuevo sentimiento tiene fuerza, pero le surgen las mismas sensaciones de siempre: que si esto está condenado al fracaso, que si ya lo has intentado antes, que si el esfuerzo no va a merecer la pena y todas las energías y el tiempo se irán para siempre dejando un sabor agridulce. Que si habrá acusaciones de si tal o cual cosa...
Pero el otro sentimiento, el de rabia, se muestra irracional (que frescura de palabra), y escupe fuego, y se posiciona iracundo con los oídos cerrados a la mansedumbre. Y ante toda la argumentación de su contrincante, apostilla: "Me tendrás que acusar de haberlo intentado, desde la barrera de lo conocido, porque yo me lanzo al vacío de la esperanza..."
El sentimiento de responsabilidad grita entonces de euforia, aun viendo el vasto paisaje que ante él se aparece, y con miedo, decide andar a pies descalzos y sumarse a la locura cuerda...
2 comentarios (Pincha para comentar):
Que gran reflexión. Que cantidad de frases interesantes. Para recalcar este párrafo:
"Pero de repente un señor de noventa años francés nos dice: "yo también tengo experiencia, me dejas que te la cuente..." y uno se mira al espejo y ve que su coraza de paja está ardiendo, y ve a los lobos detrás de él riendo a carcajadas, quizá hubiera sido mejor ser "débil" y "acompañar al miedo" para aprender de él..."
Menuda entrada, me ha encantado. Deberías exponerlo el día 19 o en alguna página del 15M sería una pena que quedara aquí.
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